El libro de Job es una verdadera joya literaria. Como un jarrón de alfarero, sus palabras y sus frases parecen haber sido cuidadosamente modeladas para impresionar al lector con su estética e impactarlo con la profundidad teológica de sus temas. En Job, el arte y la teología convergen para transformar versos aparentemente sencillos en sublimes declaraciones de fe.
Tal es el caso de Job 19:25: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo”. Incluso desgarrado por la pérdida de sus bienes, de sus hijos y de su propia salud, Job confiaba en la justicia de su Redentor. Pero ¿en qué consistía exactamente esta esperanza? ¿Quién fue el Redentor de Job? ¿Es posible decir que Job creía en la resurrección? El propósito de este artículo es responder estas preguntas.
La identidad del redentor
La primera pregunta para responder tiene que ver con la identidad del “redentor” de Job. En hebreo, el término utilizado en este pasaje (go’el) deriva del verbo ga’al, cuyo significado básico es “redimir, rescatar”.[1] En el Pentateuco, el go’el era el pariente más cercano que tenía el deber de redimir la tierra y las posesiones de los miembros de su familia en caso de que se endeudaran (Lev. 25:25, 26, 30, 33; Jer. 32:6-15). También era su deber casarse con la viuda de un pariente que falleciera sin hijos, para criar a su descendencia y mantener la propiedad de la tribu (Rut 3:12; 4:1-6; cf. Deut. 25:5). Además, tenía la obligación de liberar a un miembro de la familia que había sido vendido como esclavo (Lev. 25:47-54) y de vengar la sangre de un pariente asesinado (Núm. 35:12, 19, 21, 24, 25; Deut. 19:6, 12; Jos. 20:3).
Existe un intenso debate sobre la identidad del go’el de Job. Algunos intérpretes lo asocian con el “árbitro” de Job 9:33 y el “testigo” que está en el Cielo, de Job 16:19.
Marvin Pope, por ejemplo, afirma que el go’el de Job podría referirse a un ser intermediario, similar al antiguo concepto sumerio de un dios personal que actuaba “como abogado y defensor en la asamblea de los dioses”.[2]
David Clines, por otro lado, argumenta que el testigo que defendería la causa del patriarca debería identificarse con su clamor en Job 16:18. Asumiendo que el testigo en el Cielo se refiere al clamor de Job y que los capítulos 16 y 19 hablan del mismo personaje, Clines concluye: “No hay ningún ser personal en el Cielo que lo represente. Solo su grito, pronunciado en la dirección de Dios, habla en su nombre”.[3] Aunque esta tesis es interesante, hay que tener en cuenta que se basa en una afirmación ambigua, ya que el testimonio de Job 16:19 también podría referirse a Dios (cf. 20, 21).
Hay, sin embargo, otro pasaje que ofrece un paralelismo más esclarecedor. En Job 31:14, el patriarca se pregunta: “Entonces, ¿qué haría yo cuando Dios se levante? Cuando él pregunte, ¿qué le respondería?” Los dos textos bíblicos, Job 19:25 y 31:14, utilizan el verbo qum (“levantar”) en la tercera persona del singular masculino del qal, en la forma yiqtol, y tienen como trasfondo un contexto de litigio. En ambos pasajes, el verbo qum evoca la imagen de una corte (cf. Deut. 19,15).[4] El detalle es que, en el capítulo 31, Dios es el sujeto explícito del verbo. Job tiene presente que cuando “Dios se levante”, será para juzgar su caso. Es posible ver en este texto una relación conceptual con Job 19:26 y 27, en que el patriarca expresa el deseo de ver a Dios cara a cara y dialogar con él.
Este paralelismo parece favorecer la idea de que Dios es el go’el del capítulo 19, así como excluye la posibilidad de que haya un préstamo de la teología sumeria o que el testimonio del capítulo 16 sea paralelo al clamor de Job. Así como el juez en la corte del antiguo Israel tenía las funciones de la corte centradas en él (cf. Deut. 16:18-22; 17:8-13), Dios podría ser presentado como el “redentor” y “testigo” de Job, al mismo tiempo que oficia como responsable de su juicio. Otro factor para considerar es que, si el autor hubiera querido usar una metáfora más atrevida, como argumenta Clines, podría haber identificado el go’el del capítulo 19, evitando así la asociación natural del lector con Dios.
El tiempo de la redención
En cuanto al aspecto temporal de la declaración de Job 19:25, se puede decir que el término ‘acharon puede funcionar como un adjetivo/sustantivo cuyos significados principales son “último” y “posterior”.[5] Merril Unger sugiere que esta expresión es una referencia a “los últimos días”.[6] Sin embargo, la construcción consagrada en la Biblia hebrea para retratar los momentos finales de la historia de este mundo es be’acharit hayyamim, “en los últimos días”, y no we’acharon (ver Isa. 2:2; Jer. 30:24; Eze. 38:16; Dan. 10:14, Ose. 3:5; Miq. 4:1, etc.). De hecho, determinar el rol morfosintáctico de la expresión we’acharon es una tarea desafiante, ya que esta es la única aparición en la Biblia hebrea del término ‘acharon en este formato; es decir, con la conjunción waw y sin el artículo definido.
Otra posibilidad sería leer la palabra ‘acharon adverbialmente, con el significado de “finalmente”, o “después” (cf. 1 Rey. 17:13), como lo hacen la mayoría de las versiones bíblicas. Si la palabra ‘acharon se entiende adverbialmente, y no como un adjetivo, entonces podría referirse a cualquier momento posterior a este pronunciamiento. También es posible que el término se interprete como un sustantivo. Si es así, formaría una especie de epíteto divino, como en Isaías 44:6, donde la palabra ‘acharon se aplica a Dios y califica el término go’el. En esta línea de argumentación, Pope incluso relaciona el término ‘acharon con la expresión mishnáica y talmúdica ‘achara’y, “garante”.[7]
Independientemente del significado preciso de la construcción, lo más importante en este análisis es descartar la posibilidad de que Job se esté refiriendo al día escatológico del Señor. Si bien no lo descarta por completo, esta es la posibilidad menos probable, ya que difiere del uso constante de la expresión be’acharit hayyamim.
El lugar de la redención
El lugar del rescate se define con el término ‘afar, que literalmente significa “polvo”.[8] Aunque esta palabra se usa 26 veces en todo el libro de Job, solo en 8 de esas apariciones está conectada con la preposición ‘al por un maqqef (ver Job 17:16; 19:25; 20:11; 21:26; 22:24; 34:15; 41:25 [41:33, NAA]; 42:6). Y de estas 8 ocurrencias, por lo menos 4 se refieren inequívocamente al regreso del hombre al polvo de la tierra (17:16; 20:11; 21:26, 34:15).
En Job 17:16, la palabra ‘afar es paralela al término she’ol, la morada de los muertos. En Job 40:13 es paralelo con el término tamun, que significa “cueva”, “prisión”,[9] un término adecuado para describir el sepulcro. En Job 10:9, la expresión we’el-’afar teshiveni, “llévame al polvo”, hace eco de la expresión we’el-’afar tashuv, “al polvo volverás”, de Génesis 3:19, que indica el destino último de los seres humanos.
Otro ejemplo de un pasaje paralelo es Job 34:15: “Todo el género humano moriría al mismo tiempo, y el hombre volvería al polvo”. Además de que este versículo comparte las expresiones ‘al-’afar y basar con Job 19:25 y 26, la segunda parte del pasaje sigue la misma estructura morfosintáctica que Job 19:25: sujeto (we’adam / we’acharon),[10] complemento (‘al-’afar / ‘al-’afar) y verbo (yashuv / yaqum).
Como la afirmación del capítulo 34, Job 19:25 parece indicar el destino inevitable del patriarca y de todos los seres humanos: el polvo de la tierra. Como señaló Jacques Doukhan, la referencia a “polvo” (‘afar) y “piel” (‘or) en Job 19:25 y 26 también lleva al lector a Génesis 3:19 y 21.[11] Job contrastó su destino, el sepulcro, con la esperanza de un Redentor vivo que vindicaría su causa.
Sin embargo, Job parecía enfrentar un dilema con respecto a la muerte. Antes había dicho: “Como el agua de un lago se evapora, y el río se agota y se seca; así el hombre yace, y no se vuelve a levantar; hasta que pase el cielo, no despertará de su sueño. ¡Ojalá me escondas en el sepulcro, me encubras hasta que pase tu ira, y me fijes un plazo, para acordarte luego de mí! Cuando el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi vida esperaré, hasta que venga mi renovación” (Job 14:11-14).
Si se leyera este pasaje aisladamente, el lector podría concluir rápidamente que Job no concibió ninguna posibilidad de resurrección. El patriarca afirmó que el ser humano “no se levanta” (welo’-yaqum) y que “no se despertará” (lo’ yaqitsu). Job usó precisamente los dos verbos más usados para retratar el concepto de resurrección en la Biblia hebrea.
Sin embargo, cuando se analiza el pasaje en su contexto, es posible observar que, al cuestionar si existe la posibilidad de que el ser humano vuelva a vivir, Job esboza la esperanza de que Dios lo recordaría incluso después de haber sido cubierto por la tumba. Esta esperanza se reafirma en el capítulo 17. Desde una perspectiva humana, Job no vio nada más que la tumba. Pero su esperanza permaneció con él: “Entonces, ¿dónde estaría mi esperanza y quién la vería? ¿Bajará a la puerta de la muerte? ¿Descenderemos juntos al polvo?” (Job 17:15, 16).
La pregunta crucial que debe hacerse es: Si Job no podía ver nada más allá de la tumba y no tenía esperanza de vivir (Job 17:1), ¿en qué momento esperaba ser vindicado por su go’el y aparecer ante Dios en su “carne”? (ver Job 19:26). Este artículo sugiere que es más natural pensar que Job creía en algún tipo de resurrección.
Rescatado del polvo
Como hemos visto hasta ahora, la evidencia sugiere que Job tenía la esperanza de que su Redentor se levantaría sobre su tumba para juzgar su caso. La idea de que habría un tiempo de ajuste de cuentas está indicada no solo por el verbo qum sino también por la referencia directa al Juicio (vers. 29). Después de confiar en su go’el y expresar su deseo de ver a Dios (vers. 25-27), Job terminó su discurso ratificando su esperanza de que el Señor defendiera su inocencia frente a la acusación de sus amigos (vers. 28, 29).
La imagen formada por el verbo “levantar” y la referencia al “polvo”, en un contexto de opresión y juicio, también conecta este texto con otros dos pasajes del Antiguo Testamento: Daniel 12:2 e Isaías 26:19. En estos dos textos, el sustantivo ‘afar representa la morada de los muertos. En Isaías, el verbo “levantar/levantar”, del hebreo qum, se usa en paralelo con el verbo “despertar” (qits). En Daniel se usan los verbos qits y ‘amad, “levantar” (Dan. 12:2, 13). En el caso de Job, sin embargo, el go’el se levanta sobre el polvo y no del polvo, como los muertos de Daniel e Isaías. Se pone de pie para vindicar el carácter de Job, tal como Miguel “se levanta” (‘amad) para defender a su pueblo y levantarlo del “polvo” (ver Dan. 12:1, 2).
La relación entre Job 19:25, Daniel 12:2 e Isaías 26:19 refuerza el argumento de que el texto de Job presenta un cuadro de resurrección. Aunque Job no se refería necesariamente a una especie de resurrección general como la descrita en Daniel, creía que después de la muerte habría un tiempo favorable en el que encontraría a Dios en la carne: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre la tierra. Y después de deshecha[12] mi piel, en mi carne veré a Dios. ¡Yo mismo lo veré! ¡Mis propios ojos, y no otro! ¡Cómo lo anhela mi corazón dentro de mí! Si ustedes dicen: ‘¿Cómo lo atraparemos? ¿Qué pretexto hallaremos contra él?’ Teman ante la espada, porque el furor traerá el castigo, para que sepan que hay un juicio” (Job 19:26-29).
Conclusión
Digno de ser tallado en roca con cincel de hierro y plomo, el enunciado de Job 19:25 revela la esperanza del patriarca en una resurrección personal. Pero, sobre todo, expresa su confianza en Dios. A pesar de la dificultad de interpretar este pasaje, podemos concluir que Job tenía la esperanza de que su Redentor se levantaría como testigo/juez para vindicar su causa y probar su inocencia. Job creía que sería librado de la tiranía del polvo de la tierra para estar cara a cara con Dios en el Tribunal divino.
Sobre el autor: editor en la Casa Publicadora Brasileira
Referencias
[1] William L. Holladay, Léxico Hebraico e Aramaico do Antigo Testamento (São Paulo: Vida Nova, 2010), p. 71.
[2] Marvin H. Pope, Job: Introduction, Translation, and Notes, The Anchor Bible (New Haven, Londres: Yale University Press, 2008), p. 146.
[3] David J. A Clines, Job 1–20, Word Biblical Commentary (Dallas, TX: Word, Incorporated, 2002), t. 17, p. 459.
[4] Robert Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary (Nueva York, Londres: W. W. Norton & Company, 2019), t. 3, p. 514. Ver C. F. Keil y F. Delitzsch, Biblical Commentary on the Book of Job (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans, 1966), t. 1, p. 354.
[5] Holladay, Léxico Hebraico e Aramaico do Antigo Testamento, p. 14.
[6] M. F. Unger, Unger’s Commentary on the Old Testament: Genesis – Song of Solomon (Chicago: Moody Press, 1981), t. 1, p. 706.
[7] Pope, Job: Introduction, Translation, and Notes, p. 146.
[8] Holladay, ibíd., p. 396.
[9] Ibíd., p. 175.
[10] Aquí, el término ’acharon fue considerado como sustantivo.
[11] Jacques B. Doukhan, “Radioscopy of a Resurrection: The Meaning of niqqepu zo’t in Job 19:26”, en Andrews University Seminary Studies 34, Nº 2 (1966), pp. 189, 190.
[12] Respecto de las opciones interpretativas del término niqqfu, ver Doukhan, “Radioscopy of a Resurrection”, pp. 191, 192.