Jesús, el sábado y Juan 5:18

Algunas versiones de la Biblia traducen Juan 5:18 de la siguiente manera: “Por eso los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no solo violaba el sábado, sino además llamaba Padre suyo a Dios, igualándose a él” (Juan 5:18, BNP). El verbo violar, o quebrantar, también aparece en la Nueva Versión Internacional, la Nueva Traducción viviente y la Reina-Valera de 1960, y lleva naturalmente a una pregunta: Jesús ¿realmente violó el sábado?

Una traducción más sensible al contexto del verbo luō en este versículo presenta un mensaje muy diferente sobre la relación de Jesús con el sábado. La traducción podría leerse así: “Es por eso que los judíos procuraban matarlo; no estaba simplemente libertando el sábado…”[1]

¿Puede justificarse esta traducción, que ha sido ignorada por traductores y comentaristas? Si se mantiene, ¿no resuelve un problema teológico que retrata a Jesús, nuestro sacrificio sin pecado, como si en realidad hubiera pecado?

Liberar

El Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento (BDAG) ofrece cinco definiciones del verbo luō.[2] Las primeras cuatro son las más relevantes para entender Juan 5:18:

1. “Deshacer algo que se usa para atar o apretar; aflojar, desatar”.

2. “Soltar algo atado o apretado; soltar, desatar”.

3. “Reducir algo por la violencia en sus componentes: destruir”.

4. “Eliminar, destruir, poner fin, abolir”.[3]

Las pocas apariciones de luō en el Evangelio de Juan se distribuyen entre los cuatro sentidos arriba listados:

1. “No soy digno de desatar las correas de sus sandalias” (Juan 1:27).

2. “Desátenlo [a Lázaro] y déjenlo ir” (Juan 11:44).

3. “Los judíos procuraban aún más matarlo, porque no sólo quebrantaba el día de reposo” (Juan 5:18, NVI).

4. “Destruid este santuario, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19).

5. “Y ustedes bien saben que las Escrituras no pueden ser modificadas” (Juan 10:35, NTV).

6. “Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: –Desatadlo y dejadlo ir” (Juan 11:44, RVR 95).

Hay, entonces, una justificación lingüística para traducir luō en Juan 5:18 como “liberar”. El siguiente paso será ubicar el pasaje en su entorno cultural y religioso.

La curación

Juan 5 relata la visita de Jesús al estanque de Betesda mientras estaba en Jerusalén para una gran celebración religiosa.[4] Como se creía que el estanque era un lugar donde ocurrían sanaciones, muchos de los enfermos de la ciudad esperaban bajo los cinco pórticos que rodeaban la isleta, con la esperanza de ser curados. Entre ellos estaba un hombre que había estado enfermo durante 38 años (Juan 5:5), un número significativo para el pueblo judío. El peregrinaje de sus antepasados israelitas por el desierto, desde negarse a entrar hasta entrar en la Tierra Prometida, duró 38 años (Deut. 2:14).

Jesús, al ver al enfermo, le preguntó: “¿Quieres ser sanado?” (Juan 5:6). ¡Qué pregunta tan extraña! ¡Por supuesto que quería ser sanado! De lo contrario, ¿para qué pasarías tanto tiempo cerca de esta “agua milagrosa”?

Sin embargo, en lugar de responder la pregunta de Jesús, comenzó a explicar por qué aún no había sido sanado: “Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo” (vers. 7). ¿Podría entenderse su declaración no solo como un resumen de su experiencia personal, sino también como un eco de los 38 años que sus antepasados israelitas pasaron en el desierto, “esperando” entrar en las aguas del río Jordán para llegar a la Tierra Prometida?

Si ese fuera el caso, ¿podría Jesús estar preguntando al enfermo si él, a diferencia de sus antepasados hebreos, estaba listo para entregarse completamente a la voluntad de Dios a fin de experimentar la sanación tan anhelada? En última instancia, Cristo no abordó el intento del hombre de explicar su situación; en cambio, ordenó: “Levántate, toma tu camilla y anda” (vers. 8).

Levántate y anda

El mandato “Levántate, toma tu camilla y anda” tiene una historia sagrada. Jesús estaba citando y adaptando el mandato divino de “levántate y comienza a caminar” dado en momentos cruciales de la historia del pueblo hebreo.

Por ejemplo, Dios ordenó dos veces a Abram que “se levantara y comenzara a caminar” hacia la tierra que había prometido a él y a su descendencia como parte de la formación de un nuevo pueblo (Gén. 13:17; cf. 12:1). El Señor ordenó a Elías que “se levantara y comenzara a caminar” hacia Sarepta, cerca de Sidón, mientras el hambre asolaba a Israel (1 Rey. 17:9, 10). Dos veces ordenó a Jeremías que “se levantara y comenzara a caminar” para cumplir su ministerio profético (Jer. 13:6; 18:2). A Ezequiel se le ordenó “levantarse y comenzar a caminar”, mientras Dios lo preparaba para hablar con sus compañeros hebreos en el exilio de Babilonia (Eze. 3:22). El Señor ordenó dos veces a Jonás que “se levantara y comenzara a caminar” hacia Nínive, tanto antes como después del desvío, cuando estaba en el vientre del gran pez (Jon. 1:2; 3:2).

Cerco de protección

Este rico contexto bíblico que tiene el mandato de Jesús al paralítico habría sido familiar para él y para otros judíos que escucharon el diálogo. Por eso, el mandato de Cristo se habría entendido como un doble mensaje: ¡Primero, sé sanado! En segundo lugar, cumple tu misión asignada por Dios, dando testimonio de la autenticidad de tu sanidad y de su Fuente: Jesús. La curación del paralítico y su obediencia al mandato del Maestro estaban cumplidas: “Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo” (vers. 9a). ¿Habrá permanecido con salud desde entonces? No sabemos. La narración dirige nuestra atención a otro elemento: el calendario. “Y aquel día era sábado” (vers. 9).

Para muchos líderes judíos de la época de Jesús, especialmente en Jerusalén, la vida sabática estaba controlada con detalles que iban mucho más allá de lo que Dios especificó en Éxodo 20:8 al 11. Pero ¿por qué tal nivel de microgestión, cuando el cuarto mandamiento es relativamente breve? Este proceso se inició cinco siglos antes, después del cautiverio babilónico, cuando algunos de estos cautivos y sus descendientes regresaron a su tierra natal. Muchos reconocieron que el cautiverio se debió a la indiferencia secular del pueblo hebreo hacia la voluntad de Dios, expresada en los Diez Mandamientos y sus leyes relativas.

En un esfuerzo por evitar que la tragedia del Exilio volviera a ocurrir, líderes religiosos desarrollaron un “cerco alrededor de la Ley”, en un intento de protegerse contra las violaciones de los Diez Mandamientos. Si hubiera suficientes regulaciones detalladas, como una valla protectora, ayudarían a garantizar que las personas no infringieran las leyes. Este creciente cerco de regulaciones se transmitió oralmente de generación en generación y finalmente se puso por escrito en la Mishná,[5] aproximadamente dos siglos después de Cristo.

¿Cerco sabático?

La manera en que este “cerco alrededor de la Ley” trató de proteger el cuarto Mandamiento se ve en su detallada lista de 39 tipos de “trabajos” prohibidos en sábado. El 39 se ocupa del transporte de un objeto de un entorno privado a un entorno público y viceversa.[6] Lo que se le permitía cargar a una persona dentro una casa privada, en sábado, estaría prohibido cargar hacia un dominio público. En otras palabras, esta regulación habría estado directamente involucrada cuando el hombre recién curado, por orden de Jesús, tomó su cama y la llevó desde el “ámbito privado” del porche de la piscina al “ámbito público” de la calle.

No todas las autoridades rabínicas estaban de acuerdo sobre lo que podía y no podía llevarse legalmente en sábado. Por ejemplo, según un rabino, un judío que ayudara a un gentil a levantar la carga de su burro el viernes por la tarde sería culpable si el gentil no llegaba a su destino y retiraba la carga antes del comienzo del sábado. Pero otros declararon que el judío servicial no sería culpado, incluso si el gentil no descargaba el asno antes del sábado.[7]

Dentro de este sistema de leyes, ¿qué ocurre con el caso de un hombre que carga su cama? El sábado se permitía llevar una cama, siempre que lo hicieran dos personas, “porque ninguna de las dos hacía un trabajo totalmente prohibido”.[8] Se permitía en sábado llevar a un enfermo en la cama. Quizás haya sido sábado cuando los hombres cargaron a un paralítico en una cama y lo bajaron por el techo delante de Jesús (Luc. 5:18-20). En este caso, aunque los hombres no rompieron las restricciones rabínicas al cargar al paralítico, ciertamente lo hicieron cuando lo subieron al techo, arrancaron las tejas y lo bajaron por la abertura que produjeron.

Si Jesús hubiera designado a un discípulo o espectador para ayudar al hombre sanado a llevar la cama, no habría razón para acusarlo de quebrantar el sábado. Pero Cristo le ordenó que la llevara solo, sin ayuda. Los adversarios de Jesús estarían esperando ansiosamente que el hombre curado, cargando su camilla, saliera del “dominio” del estanque y entrara en el “dominio” de la calle. El primer paso en la calle, según la tradición, violaría el sábado. Entonces, tan pronto como el hombre sanado salió a la calle, lo confrontaron: “Es sábado, y en este día no puedes llevar tu cama” (Juan 5:10).

¿Violar o liberar el sábado?

En este contexto, llegamos a la pregunta implícita en nuestro título: Cuando Jesús ordenó al hombre sanado que tomara su camilla y caminara, ¿estaba violando o liberando el día de reposo?

Cuando se lee a la luz de su contexto lingüístico, social y religioso, Juan 5:18 afirma que al sanar al paralítico y ordenarle que se levantara y llevara su camilla, dando evidencia del poder sanador de Dios, Jesús no estaba quebrantando el sábado. Más bien, al “hacer estas cosas en el día de reposo” (vers. 16), estaba desatando el día de reposo de una restricción no bíblica que producía ansiedad creada solo por los seres humanos. Además de liberar el sábado, Jesús también hizo eco del antiguo mandato divino a su pueblo de “levantarse y comenzar a caminar” para cumplir la misión que les había asignado.

Si este argumento es correcto, entonces las traducciones comunes de Juan 5:18 que hablan de Jesús “quebrantando el día de reposo” (lo cual, de ser cierto, tendría serias consecuencias para la teología cristiana), lamentablemente pierden gran parte del punto.

Sobre el autor: profesor de Teología en la Universidad de Avondale, Australia.


Referencias

[1] Salvo otra indicación, las citas bíblicas son traducción del autor.

[2] Frederick W. Danker, Walter Bauer, William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich, Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (BDAG) (Chicago, IL: University of Chicago Press, 2000).

[3] BDAG, “luō”.

[4] En algunos manuscritos antiguos, la piscina se llama Bethesda; en otros, Bethsaida.

[5] Las citas y las explicaciones de Mishnah fueron extraídas del sitio web de Sefaria. <link.cpb.com.br/372b6f>.

[6] Mishná Shabbat 7:2.

[7] Mishná Shabbat 1:7.

[8] Mishná Shabbat 10:5